Presentación formal

Llevo treinta años buscando mi papel en la sociedad y sigo sin tener ni idea de dónde puede estar. Se me ha tenido que traspapelar entre las facturas de la casa y las cartas del banco, o puede que se me haya colado entre la propaganda. Aún así, no me doy por vencida. Echo un vistazo a mi currículum y me encuentro con una compilación de estudios por interés personal y experiencias laborales nivel superviviente. Bueno, últimamente ya ni eso.

Mi vida social es poco más ajetreada que la de un náufrago. No pertenezco a ningún grupo de amigos, no tengo compañeros de trabajo, ni formo parte de ninguna comunidad. Desde muy pequeñita me he sentido como un alienígena sin recuerdos, atrapada en un mundo extraño y lleno de normas que se burlan irrespetuosamente de la lógica más fundamental.

Pero a cambio de todo ello, he recibido un regalo cósmico insuperable: soy orgullosa hija, hermana y esposa de personas maravillosas. Ellos dan sentido a mi vida, me dan fuerza cuando me tiemblan las canillas y me enseñan con la sabiduría y la humildad que sólo los grandes maestros poseen. Cada palabra que escribo es por y para ellos, y a partir de ahora, también para vosotros.