Despierta

¿Estás ahí?
Tengo algo que decirte.
Ya lo sé, hace mucho que no hablamos.
Llevo tiempo pensando en escribirte, pero me cuesta romper el hielo. Como si no nos conociésemos desde hace años.
¿Te acuerdas de nuestras charlas interminables sobre la vida y el mundo, en las que nos turnábamos el papel de mandamás, mientras hacíamos y deshacíamos a voluntad?
¿Y de los planes maestros que inequívocamente llegarían a la meta marcada?
¿Y de la seguridad que teníamos en la razón, diosa de la verdad absoluta?
¿Y de la firmeza con la que distinguíamos el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, la razón de la locura?
Era tan fácil enterrar el caos en el trastero…
¿Pero cuánto tiempo ha pasado ya? Y no me refiero a días, ni a años, sino a pensamientos. Llevamos millones de pensamientos sin vernos. ¿No te parece que es hora de que reconectemos caminos? Por los viejos tiempos, y por los nuevos que ya llegan.
Últimamente he estado pensando en revisar el contrato social. Ya sabes que eso de haber nacido esclava con ilusión al voto me revuelve la alegría. Si tienes un rato, quizá te apetezca echarme una mano.
Te espero.